Tanzania cuenta entre sus parques nacionales y áreas de conservación con algunos de los mejores espacios naturales del mundo, en algunos de los cuales es muy posible avistar a los “Cinco Grandes”. Por ello, Tanzania es uno de los destinos preferidos de los amantes de la fauna salvaje.
El contrapunto ideal a un safari por el salvaje Norte de Tanzania, es el relax (“Kutulia” en lengua swahili) en las playas paradisíacas de Zanzíbar, el mítico enclave comercial del Océano Índico que fue el sueño de los árabes del mar.
Área de Conservación del Ngorongoro:
160 kilómetros en dirección oeste separan Ngorongoro de Arusha, un gigantesco escalón del terreno aparece junto a la carretera. Esta pared de tonos azulados cuyo límite se pierde en la distancia es el Gran Rift. Desde la pista se divisa el lago Manyara, una pequeña mancha verde en mitad de un área dominada por la aridez y, protegido en gran parte como parque Nacional y declarado Reserva Mundial de la Biosfera por la UNESCO en 1981.
Del volcán Ngorongoro hoy sólo queda su imponente cráter, estrella del espacio protegido que lleva su nombre y el lugar más visitado de Tanzania. Se trata de una espectacular caldera, una de las más grandes del planeta, de 20 kilómetros de diámetro y 600 metros de profundidad. Está a casi dos mil metros de altitud y rodeado de otros volcanes. Es un círculo casi perfecto de paredes color púrpura que surgió hace unos dos millones y medio de años tras el colapso de lo que debió de ser un gran volcán. Y en él se encuentra la mayor concentración de fauna salvaje de África. Salvo jirafas, que no encuentran aquí árboles a su medida, en los cerca de 300 kilómetros cuadrados de la caldera pueden avistarse en cualquier época del año todos los grandes del safari.
La visión desde el borde del cráter es la de un jardín del Edén que hierve de vida. En el fondo se divisa el lago Magady, una reserva de agua fresca para todo el año, repleto de flamencos que le dan un tono rosa, bosques de acacia donde los elefantes liman sus colmillos, inmensas praderas por donde corren las gacelas y la mayor densidad de depredadores del continente africano.
Aunque desde los vértices del volcán parezca imposible, entre los pastos y áreas boscosas, las charcas y las extensiones que cubren la sabana moran permanentemente cerca de 25. 000 animales salvajes. Un suelo volcánico fértil y la abundancia de agua aseguran el sustento a lo largo de todo el año a los herbívoros, cuya densidad de población garantiza a su vez el alimento de los grandes predadores, unas cuatrocientas hienas y otros carroñeros. La densidad de animales y las planicies despejadas que alfombran casi todo el interior del cráter hacen más fáciles los avistamientos.
La buena visibilidad no sólo favorece los safaris fotográficos sino también a muchos animales. Los herbívoros, cuya baza principal ante un predador es avistarlo de lejos y salir huyendo, parecen en las zonas despejadas del Ngorongoro más relajados que en otros lugares. Solamente en el momento de acercarse a beber puede verse a las manadas paralizadas de pánico.
En el Área de Conservación habitan unas 50 000 personas, en su gran mayoría masais que se instalaron en el cráter en 1840. La presencia de estos poblados dentro de sus lindes explica que este lugar no esté catalogado como parque nacional. En el Ngorongoro todavía hoy existe la ancestral convivencia entre el hombre y los animales salvajes.
Parque Nacional del Serengeti:
El Serengeti es uno de los mayores santuarios de fauna salvaje del planeta con sus casi 15.000 mil metros cuadrados de extensión. Para muchos, visitar este parque es ver realizado un sueño, pues es el escenario de innumerables documentales y reportajes fotográficos. Sus paisajes responden a la imagen mítica de África, cielos de un azul profundo salpicado de nubes, amaneceres frescos y atardeceres que son el sueño de los fotógrafos.
El Serengeti se sitúa en una meseta alta que se extiende de este a oeste desde las alturas del extinto volcán Ngorongoro hasta el lago Victoria y que continúa hacia el norte hasta unirse con la reserva keniata de Masai Mara.
Su característica más sobresaliente es la gran concentración de herbívoros en sus llanuras. Treinta especies distintas que sirven de alimento a trece especies de grandes depredadores.
El ñú es el ungulado dominante en el Serengeti. Hace algunos años su población se estimaba en un millón y medio de individuos pero ha crecido, siendo ahora de dos millones y medio. La población de cebras también ha aumentado, pasando de medio millón a millón y medio. Igual sucede con otros antílopes y con las gacelas de Thompson y de Grant, que pueden haber doblado sus cifras en los últimos años.
Los leones se encuentran en buena situación, con más de tres mil ejemplares, después de unos años en que su número disminuyó dramáticamente debido a enfermedades y plagas. Resulta fácil verlos.
Los elefantes, casi extinguidos en la década de 1980 por la caza furtiva, han vuelto y ahora se contabilizan unos dos mil.
La jirafa es una de las imágenes más típicas del Serengeti. Y se han contabilizado hasta 8500 ejemplares.
El parque es también un santuario para los ornitólogos y aficionados al avistamiento de aves, con más de quinientas especies.
Una singularidad de Serengeti son los kopjies, auténticas islas de roca granítica entre un mar de hierbas. En ellos se registra todo un ecosistema singular de flora y fauna.
El valle de Seronera, en la parte central del parque, es un paisaje de sabana, surcado por cursos de agua y poblada de acacias: el hábitat ideal para leones y leopardos.
Hacia el norte, una zona conocida como Lobo, el paisaje se hace más ondulado, y la llanura abierta es sustituida por el bosque claro. Es el reino de las jirafas maasai, la especie más común en el este de África, los impalas, que saborean los brotes de las acacias, y los elefantes, que devoran diferentes especies de árboles.
Hacia el oeste del Serengeti se extienden “las llanuras del algodón negro”, zonas difíciles de atravesar en épocas de lluvias porque se embarran. Ahí está el río Grumeti, hogar de los cocodrilos más grandes de África. Y un paraíso para las aves.