Una ciudad que te atrapa desde el momento que pones un pie en ella. Una mezcla fascinante de minaretes altísimos, tumbas y palacios, murallas, todo bajo la sombra de las palmeras y el telón de fondo de las imponentes montañas del Atlas.
Marrakech es la perfecta combinación de tradición y modernidad en Marruecos. La Medina, llena de callejuelas sin salida, con sus tiendas llenas de mil colores, alfombras, plata y el olor tan característico del cuero.
Al caer la noche, la Plaza Djemaa El-Fna, con sus encantadores de serpientes, acróbatas y puestos de comida. La música hipnotiza y se puede oler el picante de la carne mezclado con las especias. Todo envuelto por la llamada la oración desde las mezquitas más cercanas.
No nos podemos ir de Marrakech sin visitar el barrio moderno de Guéliz, donde se encuentra el Jardín Majorelle. Con sus plantas autóctonas, una colección de cactus, buganvillas… y muchas especies traídas de los cinco continentes, las macetas de color “azul majorelle”, tan característico que contrasta de forma impresionante con la vegetación.
Marrakech, el lugar perfecto para una escapada y poder alojarnos en alguno de sus maravillosos Riads (antiguos palacetes árabes con patio interior. En el centro del patio, una fuente; alrededor de la fuente, plantas; en la azotea, un atardecer que no podrás olvidar).